LA COPA SAGRADA


 

CAPÍTULO 1

-Buenos días, nos esperan abajo, en el vestíbulo -entonó Andrea mientras se retocaba las cejas frente al espejo. 

-Pues tendrán que esperar hasta despejarnos un poco y  prepararnos como es debido. Veo que ya has comenzado -dijo Lucas desde el extremo de la cama, donde habían pasado la noche. 

-Estoy despierta hace un par de horas, dándole vueltas a la cabeza. Quizá no nos interese lo que van a decirnos. Recuerda la terquedad por tu parte para que nos vinieran a buscar esta mañana -Lucas giró la cabeza en dirección al vestidor, donde estaba ella dándose los últimos retoques a su bonita cara, y le espetó: 

-Olvidas, querida mía, que no fui yo el que insistió en venir a este lugar olvidado de la mano de Dios, donde los únicos restos de civilización son un televisor y un teléfono ubicado en mitad de una cochambrosa plaza. Si hubieras hecho caso a tu hermano, hoy estaríamos en una paradisíaca playa en cualquier lugar del mundo, en vez de hallarnos en este agujero donde me has traído, sólo por las ínfulas que tienes de aventurera.

-Yo únicamente quería que vieras algo diferente, algo que pudieses recordar para siempre, en un ambiente íntimo. Ahora has comenzado a interesarte por lo que tienen que decirnos, así que no ha sido tan mala idea venir hasta aquí. El paisaje es precioso y la tranquilidad es absoluta; sin duda es diferente de lo que estás acostumbrado. 

El día se tornaba interesante porque la tarde anterior se reunieron con dos hombres a los que nunca habían visto y les dieron razones suficientes para confiar en ellos y prestar atención a lo que habían venido a contarles. Fueron cordiales en cuanto al trato y serios en los planteamientos a los que hacían referencia una y otra vez.

Una vez se hubieron preparado y acicalado para la entrevista bajaron los escalones con parsimonia. Los dos hombres, elegantes como iban, y encorbatados como si fueran a una reunión de negocios, se levantaron de sendas butacas donde habían acomodado sus estilizados cuerpos para la espera. En la recepción, la señorita miraba la escena con cierta curiosidad e incertidumbre, pues nunca nadie, desde que ella trabajaba allí, había visitado el hotel con la elegancia de aquellos dos señores. 

-Buenos días ¿habéis pasado una buena noche? -preguntó uno de ellos mientras se acercaba en dirección a las escaleras por donde habían bajado.

-Este es un pueblo muy tranquilo que invita al descanso y al sosiego, sin la molestia del bullicio de la ciudad -indicó Andrea con una esplendorosa sonrisa que denotaba la frescura del momento.

-Aunque nos presentamos ayer tarde, yo soy Martín, y mi compañero, Nicolás, por si no os acordabais. Tomasteis alguna copa de más y quizá lo habíais olvidado -sonrió al tiempo que se ponía Colorado.

-Si no me equivoco -inquirió Andrea mientras echaba mano de un caramelo que había en un recipiente sobre el mostrador de recepción- habéis venido hasta aquí para proponernos algo que no está al alcance de cualquiera y necesitáis que seamos nosotros quienes llevemos a cabo la tarea.

Martín se quedó un poco pensativo y corroboró lo que Andrea le había dicho. Tras una pausa decidió contarles por qué estaban allí.

-No te falta razón. Nos envían de la archidiócesis de Valencia para convenceros de que lo que tenemos entre manos es tan importante como la última expedición que hicisteis el verano pasado. Seguimos vuestros pasos desde hace varios años y creedme, esto es perfecto para vosotros, dadas vuestras profesiones.

Andrea enarcó las cejas y avivó los ojos como si quisiera fulminarlos con la mirada, y concluyó:

-No sé con quién estáis acostumbrados a tratar, pero creo que habéis equivocado vuestras intenciones al venir aquí. Somos gente sencilla que disfruta de su trabajo, y el tiempo libre lo dedica a ir de aquí para allá a pasarlo bien.

-De acuerdo, -expresó Nicolás al ver que Andrea estaba un poco a la defensiva- sólo necesitamos diez minutos de vuestro tiempo y, si el tema no es de vuestro agrado, regresaremos por donde hemos venido y no nos volveréis a ver. Ayer parecíais estar interesados en este asunto, el cual os desvelaremos enseguida.

Lucas hizo un amago levantando la mano derecha, como dando a entender que esperaran un momento, apartó a Andrea unos metros y le dijo:

-No perdemos nada por escucharlos, además tú eres la que más intriga tiene en momentos como este. Ya nos ha ocurrido otras veces, así que no sé a qué viene ese cambio tan repentino.

-Es la forma con la que ayer nos abordaron y la manera de dirigirse a mí -explicó Andrea-. No es nada personal, pero no me dan buenas vibraciones, y si vienen de la archidiócesis seguro que es un asunto turbio. Estoy intrigada, sí, pero no voy a dar mi brazo a torcer a cualquier precio. Han dicho que llevan varios años detrás de nosotros y esto es lo que realmente me inquieta.

Cuando terminaron de hablar se acercaron a los individuos, y Martín, que estaba unos pasos por detrás de Nicolás, que era el que llevaba la voz cantante, se apresuró a avanzar hasta ponerse a la altura de su compañero y le susurró algo al oído que puso a Andrea en alerta.

-Bien, -comenzó Andrea- habéis dicho que os envía la archidiócesis. Si la iglesia está en este asunto deduzco que es algo muy importante para la curia, y que la orden viene directa de Roma, quiero pensar que harán lo que sea necesario para lograr el objetivo. Si nosotros somos el instrumento para alcanzar ese objetivo me gustaría saber qué garantías de éxito tenemos. Por otro lado ¿por qué nosotros y no otros?

-Es justo daros las explicaciones pertinentes -manifestó Nicolás al tiempo que sonreía, como aquel que ya se siente vencedor ante su propósito  -Si no tenéis inconveniente podríamos ir a la cafetería y allí os explicamos con todo detalle porqué sois los elegidos para llevar a cabo este trabajo.

Andrea estaba cada vez más intrigada, pues quería saber de cuánto tiempo hablaban exactamente cuando decían que llevaban varios años tras sus pasos. Quería saber más, quería saberlo todo. Estaba impaciente por escuchar lo que tenían que decirles. Diez minutos no iban a ser suficientes para dar una explicación de un supuesto tema tan importante como el que iban a poner en su conocimiento.

-Está bien, -comentó Lucas intuyendo que Andrea estaba que ya no cabía en sí por saber qué tan importantes eran para el Vaticano- nos sentaremos frente a un almuerzo; las noticias sientan mejor con el estómago lleno -sonrió con desparpajo.

-Estoy de acuerdo. -Inquirió Nicolás al instante- Comenzaré desde el principio para que veáis que no hay trampa ni cartón en la propuesta que tenemos para vosotros, pero antes dejadme ir al coche a por unos documentos que os enseñaré a su debido tiempo.

Nicolás era un tipo atractivo, de porte elegante y muy refinado en las formas. Nunca pasaba desapercibido debido a la angulosidad que presentaba su rostro. Su oscuro cabello creaba ondulaciones bien definidas que le daban un aspecto interesante, y sus ojos pardos miraban inquietos en todas direcciones; casi nunca se le escapaba un detalle. La tranquilidad era un signo característico en su manera de contemplar la vida, pues a través de los años había aprendido que la presteza no era buena compañera de viaje porque algunas situaciones exigían cierta prudencia y debía sopesar todas las posibilidades antes de poner en marcha cualquier proyecto.

Mientras iba a recoger los documentos tomaron asiento alrededor de una mesa y pidieron al camarero una sugerencia en la cuestión culinaria para empezar el día con ánimo.

-Tenemos un primer entrante que va de maravilla para empezar el día con energía. Un par de huevos con jamón y patatas que harán las delicias de sus paladares -rio el camarero con esmero-. Otro segundo plato, que sería un poco más ligero, pero con fuerza suficiente para encarar bien el día: una base de miel con almendras bañadas de un cremoso yogur natural y unas rodajas de naranja por encima, y si quieren lo típico, bastará con café con leche y la bollería que gusten.

-Tráiganos un poco de todo lo que ha nombrado para los cuatro. Supongo que no os importará que haya elegido por vosotros -Comentó Lucas con satisfacción. Martín no decía nada y se mantenía a la espera de que el camarero tomara nota de lo que habían pedido y marchara a prepararlo. Ya se habían quedado a solas los tres cuando Martín comenzó a hablar.

-Como bien os decía Nicolás, llevamos varios años... justo en ese momento apareció de regreso con una carpeta bajo el brazo, se sentó al lado de su compañero, frente a la pareja, que estaba ansiosa por escuchar esa historia tan intrigante que tenían entre manos y comenzó a explicar los planes que tenían para ellos.

-Quiero dejar claro, -comentó a la pareja- que la idea de venir hasta aquí no ha sido nuestra. El mandato de Roma, a través de la archidiócesis de Valencia, es contundente y carente de réplica. El vaticano está muy interesado en que seáis vosotros quienes lleven la carga de la responsabilidad en este asunto porque han estudiado a fondo las trayectorias de ambos y asumirá todos los gastos sin límite. Tendréis a disposición todo el material que podáis necesitar para este trabajo, sin mencionar, claro está, el dinero que se os transferirá a una cuenta de la que podréis disponer cuando os apetezca.

-¡Vaya, qué generosa es la iglesia en momentos de necesidad!, -encajó Andrea con la sonrisa fingida al tiempo que daba un pequeño puntapié a Lucas- intuyo que la cuestión que os disponéis a revelarnos tiene prioridad absoluta. Sólo quiero saber el interés puesto en nosotros y por qué habéis esperado tanto tiempo.

-Nicolás no dio importancia al sarcástico comentario y continuó. Hace un tiempo recibimos un carta de recomendación del obispo de Valencia a la que no dimos mucha importancia. A partir de ese día comenzamos una investigación rigurosa sobre personas que podrían dar el perfil correcto para llevar a cabo una misión un tanto secreta que dependía, sobre todo, de confianza mutua y de la sabiduría de quien la llevara a cabo. No me preguntéis por qué el obispo nos envió esa carta porque no lo sabemos, simplemente supo que había personas de ciertas características que debíamos encontrar. Él lo sabía.  Estuvimos dos años estudiando perfiles de catedráticos de universidad de todo el país, pero ninguno de ellos nos sugería que podrían ser personas de confianza. Ya nos estábamos dando por vencidos y a punto de dar por finiquitado el asunto, cuando aparecisteis en una base de datos a la que no habíamos prestado la suficiente atención. Andrea, tu extenso currículum nos pilló por sorpresa y desde entonces hemos seguido tu trayectoria con mucho interés. Eres licenciada en historia antigua por la universidad de Rávena con la máxima calificación. Escogiste la especialidad de arqueología porque te gustaba tantear sobre el terreno. Casi sin esfuerzo conseguiste el doctorado, que fue un peldaño para obtener la cátedra en dicha universidad. Tras unos escasos tres años te reclamaron en la universidad de valencia como jefa del departamento de historia donde fuiste la profesora titular y máxima autoridad. Durante el mismo periodo excavaste un yacimiento que te brindó la oportunidad de salir en una revista sobre arqueología que llamó la atención de varios investigadores de todo el mundo por la repercusión que tuvo ese descubrimiento para posteriores investigaciones. Andrea se estaba quedando perpleja porque casi sabían más de su persona que ella misma. Jamás hubiera imaginado que el arduo trabajo de años de universidad, investigaciones sobre el terreno, yacimientos escondidos en las entrañas de la tierra y todo por lo que había luchado fuera un reclamo tan jugoso para la iglesia católica, pensó durante un instante. Se acordaba perfectamente de esa excavación. Hacía ocho años que aquel trabajo había concluido y quedó muy satisfecha con el resultado del mismo, pues a partir de ahí, se abría un largo periodo de investigaciones que conducirían irremediablemente al conocimiento de la forma de vida de las personas que vivieron en aquel enclave, que le había costado descubrir más tiempo del que había previsto.

La excavación contó con mucha mano de obra sobre un terreno determinado que ella misma designó. Se buscaron vestigios y pruebas de etapas históricas para su estudio posterior. El trabajo en sí se realizó siguiendo una metodología propuesta por ella. Se documentó cada paso que se daba, pues solo así sería posible reconstruir la historia en ese mismo lugar y en un determinado momento. Los pasos previos a la excavación fueron clave para dar con el lugar exacto. Primero se hizo una prospección que identificó el lugar. Se delimitó el terreno por medio de cuadrantes donde se podría trabajar ordenadamente, se reconoció el estrato y se localizó la zona de excavación en un plano. Para esto último se hizo un levantamiento planimétrico con todo detalle para su posterior representación gráfica. Cuando ya estuvo todo bien delimitado y puesto sobre plano, se procedió a limpiar y fotografiar cada parte del terreno. Una vez hecho esto se inició la excavación de cada área marcada poniendo especial atención a los diferentes elementos que se iban encontrando para dar una interpretación lo más exacta posible. Se midieron, se limpiaron y se fotografiaron todos los objetos, por último, se documentaron y se guardaron ordenadamente para su posterior limpieza y análisis en el laboratorio.

Lucas también estaba quedándose perplejo por toda la información que habían recopilado de Andrea.

-Imagino, -dijo en el momento en que el camarero traía lo que había pedido- que también sabéis todo sobre mí y presiento que soy igual de importante que ella.

-Bueno, en tu caso fue algo más complicado, pues cada cierto tiempo te encontrabas en un lugar diferente y eso nos retrasó un poco porque no todo estaba en los archivos. Has tenido una vida un poco, cómo diría, -explicó Nicolás- un poco ajetreada en cuanto a investigaciones se refiere. Tu tiempo ha transcurrido entre las aulas y las bibliotecas de diversos países, investigando para la universidad de Berlín, a pesar de que tu puesto está también en Valencia. Eres un eminente catedrático de historia y un espectacular antropólogo, como nos han confirmado en Berlín. Estuvimos con el doctor Straser, que nos explicó todas las contribuciones que estabas haciendo para ellos. Al mismo tiempo compaginas tus clases con las investigaciones que Andrea tiene en curso.

-Supongo que no hará falta que yo complete ese currículum -inquirió Lucas al tiempo que tomaba un bocado- puesto que ya lo sabéis todo sobre nuestras complicadas vidas y ya no hay nada más que podamos añadir.

-Cierto, aunque quizá os la compliquemos un poco más con esta propuesta -manifestó Martín mirando fijamente la cara de Andrea-. Esto no es ni remotamente parecido a lo que estáis acostumbrados y conlleva cierto riesgo, un riesgo que creo que estáis dispuestos a asumir dada la naturaleza de la misión.

El tema se estaba poniendo interesante a oídos de Andrea, pues todo lo que implicara la palabra misión escondía una especie de misterio que no estaba dispuesta a dejar escapar, y fuera lo que fuese aceptaría el encargo, aunque ello supusiera una larga charla con su compañero, que estaba a la espectativa de conocer los acontecimientos que en breve se producirían.

-Ya veo que habéis estado muy ocupados -manifestó Andrea al tiempo que hacía una mueca de satisfacción- al investigar a todas esas personas hasta dar con nosotros.

-Debéis entender que la seriedad de este asunto requiere de la máxima prudencia, pues la delicadeza con que lo tratemos será lo que nos exima de los peligros a los que nos podamos enfrentar. Sabremos en todo momento los pasos que vayáis dando y cómo va avanzando el trabajo. Dispondréis de dos teléfonos imposibles de rastrear: uno será para comunicaros con nosotros de forma continuada para saber en qué posición os encontráis, y el otro, que utilizaréis sólo en caso de absoluta necesidad.

-Lucas escuchaba atentamente las palabras del interlocutor y su estupefacción crecía por momentos, pues no lograba entender a qué peligros se podían enfrentar si, según ellos, sólo era un trabajo algo diferente. 

-bien, antes de seguir adelante -comentó Nicolás- quisiéramos saber si contamos con vosotros y qué grado de implicación estáis dispuestos a ofrecer.

-Teniendo en cuenta que únicamente nos habéis puesto sobre aviso en que quizá surja algún contratiempo -puntualizó Andrea- y que no nos habéis contado de qué se trata, no podemos implicarnos al cien por cien sin saberlo todo.

-Está bien, es justo que primero os expliquemos con todo detalle en qué va a consistir el trabajo -expresó Nicolás en el mismo instante en que abría la carpeta que momentos antes había ido a buscar al coche-. Tengo aquí unos documentos y varios planos de una ubicación, bueno, varias ubicaciones. Deberéis investigar cada una de ellas y hacer las anotaciones precisas para dar veracidad a un objeto altamente valorado por muchas organizaciones que pululan a lo largo y ancho del mundo. Llegado el momento intercambiaréis el objeto por una copia exacta que obra en nuestro poder. Si lo lleváis a cabo con la máxima discreción nadie se dará cuenta.

-Quiero suponer -añadió Andrea- que ese objeto tiene mucha historia y habéis estado durante dos años trazando un plan con las personas adecuadas para tenerlo en vuestro poder, y que sólo nosotros podemos llevarlo a cabo.

-Cierto, -dijo Martín, que todavía no había dicho nada desde que su compañero regresó con la documentación- y no es descabellado pensar que, dada vuestra dilatada experiencia en el trabajo de campo, seáis quienes lo llevéis a cabo.

-Bien, -continuó Nicolás- entrando en materia, no sabemos a ciencia cierta que el objeto en cuestión sea el verdadero y por eso tenemos que estudiarlo con todo detenimiento. Hay otro que se custodia en la catedral de León, pero el que nos interesa está aquí, en Valencia.

- !¿Como?¡ gritó Andrea con la suficiente energía como para desviar la mirada de algunos clientes apostados en las diferentes mesas. Había quedado como en estado catatónico al descubrir que se trataba del cáliz de Valencia y que la propia iglesia quería sustraerlo e intercambiarlo por una copia exacta. ¿Por qué querían obrar de esa manera siendo el Vaticano la cúpula de todo el catolicismo? no lo entendía. Quizá la curia estaba barajando reunir todas las reliquias verdaderas en un determinado lugar y preservarlas de cualquier robo que pudiera ocurrir.

-El cáliz tiene mucha historia, -manifestó Andrea al ver el entusiasmo que ponía Nicolás explicándoles la tarea-  y va a ser complicado poner en duda todos los estudios que hay sobre el objeto y su recorrido hasta llegar a Valencia. Tendremos que trasladarnos a Jerusalén, desde donde partió la reliquia de manos de San Pedro para llevarla a Roma donde fue custodiada hasta que el papa Sixto II ordenara a su diácono, San Lorenzo, viajar con ella a su tierra natal, Huesca, en el siglo III. Durante la invasión musulmana fue escondida en algún lugar de los Pirineos y, finalmente, la trasladaron al monasterio de san Juan de la Peña. En el año 1399 fue entregada al rey de Aragón, Martín I, que la llevó al palacio real de la Aljafería de Zaragoza donde quedó protegida por la Corona de Aragón. A la muerte de este, la reliquia pasó a manos de su viuda, Margarita de Prades, que en 1424 trasladó la corte a valencia. Alfonso V de Aragón la depositó en la capilla del Palacio Real y en 1437 la llevó a la catedral de Valencia donde quedó preservada hasta nuestros días, bueno, a excepción de dos periodos: entre (1809-1813) durante la guerra de la independencia y entre (1936-1939) que permaneció oculta debido a la guerra civil. Es una historia bien conocida -añadió Andrea mientras los dos acompañantes la sonreían y la miraban con perplejidad al deducir que eran las personas adecuadas para el encargo. Además, -continuó Andrea- se nos presenta un problema añadido al que tendremos que dar una solución adecuada para ir descartando posibles candidatos; existen varios por todo el mundo que reclaman la autenticidad de la pieza. Viajaremos a esos lugares.

-No hay problema con que os trasladéis donde sea preciso para llevar a cabo el encargo. Ya sabéis exactamente a qué nos estamos enfrentando con este asunto -dijo Martín-.

-Sólo un inciso, -añadió Lucas- queremos estar seguros de que lo que vamos a hacer merece una exposición prolongada a los avatares que puedan suceder.

-Bueno, -continuó Martín- este asunto ha suscitado mucha controversia a lo largo del tiempo y todos los que han ido tras la reliquia han podido corroborar que algún peligro puntual ha existido, lo cual no quiere decir que vosotros vayáis a correr la misma suerte. Hay ciertas organizaciones que intentarán que no os acerquéis de ninguna de las maneras, ya sea haciendo preguntas o acudiendo a lugares donde haya estado, y pondrán todos los medios a su alcance para que no suceda. Tened los ojos bien abiertos. Por todos es sabido que el cáliz de Valencia está bien resguardado y nadie osará sustraerlo de su urna. La reliquia está expuesta en la capilla del Santo Cáliz, en la Cámara Santa de la Catedral. Nosotros intervendremos cuando llegue el momento. Os darán vía libre para que, en calidad de investigadores, podáis estar a solas en la sala. Esta será la única oportunidad que tengáis para sustraerlo de la hornacina y cambiarlo por la copia, pero antes deberéis seguir los pasos de la historia y constatar que la verdadera reliquia pasó por todos los lugares anotados en los mapas y en la documentación que hemos traído. Ahí está todo lo que necesitáis saber, sólo hay que seguir los pasos.

Durante la historia han sido numerosas las organizaciones que se han atribuido la posesión del verdadero cáliz, como los cátaros, los templarios, numerosas iglesias y catedrales en todo el mundo, diversas órdenes, etcétera, incluso los nazis lo buscaron incansablemente porque Hitler creía que la pieza poseía poderes sobrenaturales. Vuestro cometido es algo más terrenal -sonrió Martin-. La fascinación del fürer llegó hasta tal punto que envió a un historiador, Otto Rahn, al castillo de Montsegur en 1931 para buscar el tesoro cátaro, que incluía también el cáliz, pero no encontró nada, unicamente verificó la existencia de varios túneles por donde seguramente huyeron con su tesoro. Vosotros no tendréis que perseguir nada, será suficiente con investigar y comprobar que, efectivamente, ocurrió lo que la historia cuenta. Montsegur es un pequeño pueblo del sur de francia, muy cerca de la frontera, a unas decenas de kilómetros de Toulouse y situado a los pies del monte Pog, en cuya cima se encuentran las ruinas del castillo. Quizá podáis daros una vuelta por allí para recopilar información. Los lugareños conocen muy bien la historia y seguramente podréis extraer algo de lo que os cuenten, pero bueno, a vuestra elección. Os dejamos la documentación para que la estudiéis a conciencia, los teléfonos para estar en contacto y las tarjetas de crédito. En un par de semanas recibiréis noticias nuestras. Adiós.




CAPÍTULO 2

La manera tan brusca de despedirse dejó a Andrea pensativa y con alguna interrogación en su mente ¿y si no habían hecho bien al aceptar el encargo? ¿y si sólo era una mera distracción para indagar en sus departamentos y cogerles algunos documentos importantes que guardaban bajo llave? bien sabían cómo se las gastaba la curia cuando realmente les interesaba algo, y, ciertamente, había algo que Andrea guardaba con celo en su despacho desde hacía bastante tiempo. Finalmente desechó la idea de que pudieran despistarlos para proceder de esa manera, pues únicamente estaban interesados en que el trabajo se llevara a cabo de una vez por todas. Como bien pudieron intuir tenían mucha prisa por cerrar un capítulo que para ellos era de máxima prioridad, y ahora era el momento.

-Bien, -dijo Lucas al tiempo que abría la carpeta donde se guardaban los mapas y la documentación-. ¿Qué vamos a hacer con todo esto? ¿por dónde vamos a empezar? Andrea tomó uno de los tres mapas que contenía la carpeta y se fijó en el nivel de detalle y las referencias anotadas en los márgenes. A simple vista todos estos informes parecían haber salido de un estudio muy preciso, pero carente de conclusión. Había algo que no les habían contado, porque, o bien lo tenían a buen recaudo o era esa inconclusión donde entraba el trabajo de la pareja. Estaban animados para seguir la pista de un objeto venerado desde hacía siglos que podría entrañar unos riesgos para los que se tendrían que preparar a conciencia. 

-Según la tradición cristiana, tras la última cena en Jerusalén, el cáliz fue guardado por los apóstoles y de allí fue llevado a Antioquía por san Pedro, posteriormente se trasladó a Roma donde fue usado por los primeros papas. Se sabe -dijo Andrea haciendo alarde de su sabiduría- que viajó por muchos lugares a lo largo de los siglos hasta que, definitivamente, o así lo atestiguaron varios documentos de épocas pasadas, quedó depositado en la catedral de Valencia. Aunque, claro, también se cree que está custodiado en varios sitios como Génova, Lugo, León, Gales, Viena y algún lugar más que ahora no me acuerdo. En tierra santa es desde donde debemos comenzar a buscar -prosiguió con el entusiasmo que le precedía al imaginar la aventura que iban a emprender-. Ya veía en su mente los pasos que iban a dar.

Tras haber almorzado, escuchado y leída la documentación que les habían entregado regresaron a la habitación para recoger el equipaje y marchar lo antes posible a preparar la ruta por donde comenzarían su periplo. Sin duda estudiarían toda la documentación con más detalle antes de dar un primer paso. No iba a ser fácil adentrarse en Tierra Santa con motivo de una investigación de ese calibre y, seguramente, hallarían más trabas que facilidades, así que tendrían que pasar por turistas devotos o disfrazados de humildes siervos de la iglesia para poder, por lo menos, entrar al santo sepulcro, custodiado por las diversas comunidades cristianas, entre ellas la Iglesia católica, la Iglesia apostólica armenia y la Iglesia ortodoxa, y ver in situ el lugar donde, según los escritos medievales, José de Arimatea extrajo la sangre de Jesús vertiéndola en la copa mientras limpiaba su cuerpo. Claro, otros escritos atestiguan que la extracción se produjo cuando ya había expirado en la cruz. Este pidió expresamente a Poncio Pilato hacerse cargo del cuerpo para darle sepultura en la tumba que habían excavado en la roca. Con ayuda de Nicodemo, un rico fariseo y miembro de la Corte Suprema de los judíos, también llamada Sanedrín, el cuerpo fue descolgado de la cruz, depositado en el sepulcro y envuelto en lienzos de lino. Posteriormente lo sellaron con una losa. 

Ya habían recogido el equipaje y, con un último vistazo a la habitación, cerraron la puerta y bajaron a recepción a despedirse y pagar la cuenta de los días que habían estado hospedados. Aunque todavía les quedaba una semana por disfrutar de la hospitalidad del establecimiento, el encargo no podía esperar; debían estudiar bien la documentación para empezar a dar pasos firmes y seguros. La recepcionista, una mujer muy agradable y simpática, que extendía una hermosa sonrisa a todos los huéspedes, había oído algo de la conversación que mantuvieron con los dos señores, pues en algunas ocasiones estos daban voces que podían oírse al pasar cerca de ellos, y dadas las obligaciones que tenía, no podía sustraerse de estar cerca de su mesa. Irene se llamaba. Era alta y delgada, pero no tanto como para parecer enclenque. Su melena cobriza le caía hasta la altura de la espalda, los ojos remarcados, color turquesa, parecían brillar en la penumbra y una cara angelical eran su tarjeta de visita. La extroversión y el carisma eran dos de las cualidades que más remarcaban su personalidad y, a veces, ser como era le pesaba, pues podía llegar a confundir lo que no era.

Al ver que la pareja bajaba con sus maletas no dudó en interesarse por el motivo de la despedida tan temprana. Aunque ya sabía por la conversación mantenida con aquellos dos extraños que era algo muy importante y no quería dejar pasar la oportunidad de inmiscuirse en un asunto del que había oído hablar en el pasado.

-Cóbrenos, por favor, nos vamos enseguida porque ha surgido un imprevisto y debemos apresurar nuestra salida del hotel -comentó Andrea que estaba impaciente por empezar cuanto antes a prepararlo todo.

¿Cómo van a pagar? Era el momento adecuado para hacer uso de la tarjeta que los dos individuos les habían entregado al despedirse. 

-Tarjeta, cobre con esta tarjeta-. Finalizado el pago y sin más tiempo que perder dirigieron sus pasos hacia la salida. En el momento justo de cruzar el umbral oyeron la voz de la señorita. 

-Esperen, por favor. -Andrea se dio media vuelta y preguntó:

¿Hay algún problema con el pago? -No, no, por supuesto que no. Quisiera, y no sé cómo decírselo sin que crean que soy una impertinente, pero esta mañana he escuchado, sin pretenderlo, parte de la conversación que han mantenido con los dos señores y he pensado que quizá pueda ser de utilidad para ustedes. En ese momento a Andrea se le encendieron todas las alarmas y se quedó boquiabierta por el descaro tan pronunciado por parte de una desconocida que únicamente les había atendido en un hotel. No pudo más que contestar con una pregunta.

¿Y qué ha escuchado para que haya interrumpido nuestra marcha?

-Verán, -contestó con cierto nerviosismo- conozco lo suficiente para saber que un tema tan delicado como el Santo Grial no debe tomarse a la ligera por las repercusiones que se puedan derivar en el futuro. No siempre he sido la bonita cara puesta en una recepción. En el pasado he sido guía y he viajado por todo el mundo enseñando la historia de cada país y sus peculiaridades, en especial, las de los lugares que tienen que ver con la santa reliquia. Hice la carrera de turismo, pero por circunstancias de la vida he terminado en este hotel, así que pensé en retomar otra vez ese empleo y he visto una oportunidad en este asunto que tenéis entre manos, y dados mis conocimientos sobre los emplazamientos por donde tendréis que pasar, os harán falta dos ojos más. Caminar por ciertos sitios sin conocer su cultura os va a inducir a errores que se podrían solucionar acompañados de alguien que sabe por dónde va. Si me permitís una apreciación, yo no empezaría a indagar por Tierra Santa, pues es un lugar demasiado proclive a la desconfianza por el cruce tan enorme de culturas que allí se dan cita. Comenzaría viajando a Nueva York, al museo metropolitano de arte para ver el cáliz de antioquía e interesarme por su historia, pero si no queréis viajar tan lejos os puedo hacer un pequeño resumen de la pieza y cómo llegó hasta ese museo.

La copa  se encontró a principios del siglo xx en una localidad de Siria, junto con otros objetos. Supuestamente habría pertenecido a una iglesia de Antioquía, una de las cinco ciudades que lideraron la iglesia cristiana primitiva junto con Roma, Jerusalén, Alejandría y Constantinopla. Creyeron que la copa era el Santo Grial, y el recubrimiento que la alojaba un añadido que se hizo para honrarlo. Unos coleccionistas la adquirieron y la llevaron a la exposición universal de Chicago en 1933. Más tarde se expuso en el metropolitano de Nueva York, donde actualmente se puede contemplar. Quizá también tengáis que investigar los otros supuestos cálices para ir descartando uno por uno hasta dar con el verdadero, que, aunque supuestamente es el de Valencia, sospecho que la iglesia no está muy convencida y por eso os envía a verificar que todos los cálices, excepto ese, son falsos.

Andrea se estaba quedando sorprendida del conocimiento que tenía sobre el Santo Grial. Se percibía que era una mujer de mundo que tenía buenas cartas para llevar a cabo esa misión junto a ellos. No se lo pensó dos veces y le hizo saber que se pondrían en contacto con ella cuando estuviera todo listo para partir, pero antes la invitó a sentarse en unos cómodos sofás que había en la sala contigua a la cafetería para que les explicara las razones por las que deberían permitirle acompañarlos. Todavía había ciertas cuestiones que no le encajaban y quería saber si era una persona en la que pudieran confiar. ¿Cómo esa mujer, resuelta como era, había terminado en un hotel perdido en tan inhóspito lugar? ¿qué escondía para querer aventurarse en esa misión? Y lo más importante ¿por qué tenía esa ferviente necesidad de abandonar su tranquila vida para adentrarse en un mundo totalmente ajeno a ella? o quizá no lo era tanto -elucubró Andrea-. Debían conocerla profundamente para estar seguros de poner en sus manos la información completa sobre el encargo que habían recibido.

Lucas, que la observaba con cierta incredulidad e incertidumbre ante lo que estaba escuchando no lo tenía tan claro, y lo que más le preocupaba era la forma en que les había abordado. Su mente cavilaba y no encontraba ningún sentido a esa solicitud de enrolarse con ellos en esa aventura. Quizá era cierto lo que les estaba contando o probablemente era una busca vidas que había visto la oportunidad, como había dicho. Ya era bastante casualidad que, al mismo tiempo que les explicaban en qué consistía la misión, hubiera alguien también interesado en el mismo asunto. Pensó que perder un poco de tiempo charlando con ella podría darles alguna idea de por dónde empezar a buscar.

Atravesaron la cafetería hasta llegar a un pequeño espacio por donde se accedía a una estancia disimulada tras unas enormes plantas a ambos lados, a modo de entrada. La puerta se mimetizaba con la vegetación y no se distinguía como tal. Pasaron a un habitáculo de reducidas dimensiones dotado con lo necesario para una tranquila reunión. Tomaron asiento en los cómodos sofás ubicados uno frente a otro alrededor de una mesa y Andrea comenzó a hablar:

-Bien, digamos que te permitimos acompañarnos en esta aventura que nos disponemos a realizar. Debemos estar seguros de que no hay ninguna trampa por la que debamos preocuparnos-. Aquel tenía visos de que iba a ser un interrogatorio en vez de una distendida charla. 

-Es de justicia contaros algo sobre mi vida para que no tengáis ninguna duda -comentó Irene con la satisfacción de saberse aceptada para llevar a cabo la misión junto a ellos.

-Como os he dicho soy licenciada en turismo y mi especialidad son los lugares que tuvieron contacto con el Santo Grial. Siempre me ha interesado todo lo que tenga que ver con la reliquia y desde muy joven me dediqué a leer todo lo que caía en mis manos sobre la pieza. La única forma de conocer de primera mano esos sitios fue hacerme guía turístico. Por fortuna, me contrataron en una empresa dedicada a las visitas guiadas. Viajábamos a aquellos países con una historia que contar sobre el tema, y mostrábamos a los turistas los lugares donde ocurrieron los acontecimientos. En sí mismo, el mundo de las reliquias atrae a miles de personas que se dejan un buen dinero en los viajes alrededor del mundo para observar los objetos. Casi toda mi vida ha girado en torno a este asunto, pero hubo un momento en el que tuve que relajar mi actividad y dedicarme a otras cuestiones diferentes. Me alejé durante un tiempo para no desfallecer por la carga de trabajo que tenía, pues además de las guías, mis jefes quisieron hacer visitas por los museos más importantes y, claro, mi mente se empezaba a dar señales de fatiga, con el consiguiente estrés que conllevaba ese ajetreo de idas y venidas.

-¿Y no pensaste en tomarte unas pequeñas vacaciones en lugar de dejar ese empleo? comentó Andrea.

-Sí, lo pensé, pero mi cabeza no estaba para sopesar qué era lo que más me convenía. Dejé ese trabajo para dedicar mi tiempo a estar tranquila y buscar algo acorde con lo que mi cuerpo me pedía, y surgió este hotel, en el que me encuentro muy bien.

-Entonces, ¿por qué ahora quieres volver a cambiar de vida y comenzar donde lo dejaste?

-Veréis, siento cierta nostalgia por visitar esos lugares, pero esta vez lo haré desde otra óptica, sin el agobio ni la presión de la gente por saber más de lo que les puedo contar. Creo que falta algo en mi vida, y esta aventura, porque es toda una aventura, yo lo sé, será la culminación de mi trayectoria, ya que la perspectiva con que se mire todo el proceso hasta llegar al objeto será diferente. No es ni remotamente parecido observar una antigua pieza por la simple curiosidad de verla, que poder mirarla desde todos los ángulos posibles, sentir su tacto, olerla, estudiarla en profundidad etcétera, y, dada la conversación mantenida con las dos personas que vinieron a veros, no es un paseo por el parque lo que vais a emprender. 

Lucas prestaba la debida atención y se estaba dando cuenta de que había escuchado casi toda la conversación mantenida con los dos hombres enviados por la iglesia. El encargo en sí era sencillo para quien estuviera habituado a sustraer objetos de forma ilícita, pero no para ellos; dos estudiosos a quienes les venía grande esa parte. El trabajo previo era apasionante, ya que sus vidas giraban en torno a la investigación, además, tenían la financiación necesaria para recorrer el mundo y no iban a desaprovechar la oportunidad de conocer aquellos históricos lugares. Quizá Irene podría dar el cambiazo por la pieza falsa, si realmente estaba interesada en acompañarles. 

-Cierto, no es un paseo por el parque -comentó Lucas que la miraba con recelo por haberlos abordado de aquella manera. Este trabajo debemos hacerlo con la máxima discreción, el rigor necesario para que nada quede en el aire y la prudencia suficiente para no descubrir nuestras intenciones. Quizá tengamos que cuestionar lo que los libros de historia nos han contado y ceñirnos a las realidades que vayamos encontrando. 

-Esas realidades de las que hablas no difieren mucho de lo que nos han enseñado, -comentó Irene- aunque hay ciertos matices no observables a simple vista que los estudiosos no han plasmado en los libros, seguramente para preservar parte de la realidad de un objeto, un pasaje o cualquier cuestión susceptible de ser derivada hacia el gran público. Las implicaciones que conllevaría para algunas instituciones dar a conocer todo sobre un descubrimiento sería, sino su fin, un buen varapalo. Tal es el caso de algunos de los manuscritos apócrifos, los cuales no fueron incluidos en el nuevo testamento porque, según la iglesia, estaban fuera del canon de texto bíblico. Quizá esta quiera llevar el asunto con la máxima discreción y no va a dejar en manos de cualquiera un asunto de esta envergadura.

-Mirar, la discreción es una virtud de la que me siento especialmente orgullosa. Puedo pasar desapercibida en cualquier situación y salir airosa sin que se note mi presencia en el lugar. Este trabajo no está carente de dificultades porque las reliquias siempre han llamado la atención a gente muy variopinta: investigadores, aventureros, oportunistas, amigos de lo ajeno y toda una caterva de gente mal intencionada que no dudaría en poner cualquier precio, aunque no fuese monetario. El Santo Grial es una reliquia por la que muchos matarían y no debemos extralimitarnos al hacer las averiguaciones oportunas porque sino estaríamos poniendo en cuestión todo lo que la cristiandad ha creído sobre este objeto y todo lo que hay a su alrededor. Desde que el cáliz salió de Jerusalén ha viajado por todo el mundo preservando siempre ese halo de misterio que lo rodea. 

-Cierto, el cáliz tiene el poder de sacar lo peor de cada persona y hacer que determinados círculos sean capaces de las peores atrocidades, -indicó Andrea, que escuchaba con expectación- pero nosotros no vamos a hacer ningún descubrimiento ni a mancharnos las manos buscando algo desaparecido, sólo vamos a corroborar que el que se encuentra en Valencia es el verdadero. Antes de que pasemos a la fase final de este proyecto debemos cerciorarnos que los que hay repartidos por el mundo son falsos, para ello tenemos que seguir unas pautas que nos han dado que se encuentran sumergidas en la documentación que tenemos, y como te veo tan convencida de querer hacer este viaje con nosotros te diré que la meta final es robar la pieza de Valencia y cambiarla por una copia.

Irene no se sorprendió lo más mínimo por lo que estaba escuchando e hizo una apreciación que le valió el agrado de la pareja, que parecía que se entendían con ella a la perfección. Quería dar un giro a su vida y esta oportunidad era la que había estado esperando mucho tiempo. Ahora debía estar a la altura de lo que se le pediría y demostrar que no se habían equivocado con ella.

-El trabajo es arriesgado, pero se puede hacer. En el pasado estuve involucrada en algo similar y todo salió bien. Yo me podría encargar de la sustracción y posterior sustitución mientras vosotros estáis vigilantes. Esto es lo que Lucas quería oír y se lo hizo saber, puesto que ellos no serían capaces de llegar hasta ese extremo.

-Por la vigilancia no te preocupes -dijo Lucas, que ya se veía en posesión de la copa- está todo arreglado para que no haya ningún problema y podamos hacer el trabajo con seguridad. 

-No os fieis de la santa madre iglesia, que de santa no tiene nada y de madre menos, sonrió someramente Irene. En el pasado ha cometido las peores atrocidades que uno pueda imaginarse en nombre de un Dios al que veneran y al que nunca han visto. Hoy en día ya no hay que temer a la institución, aunque sí hay que tenerla respeto porque hay millones de personas que sí creen en sus enseñanzas, y si las cuestionas estás humillando a esas gentes. Debemos ir con pies de plomo y estar muy atentos a lo que decimos y cómo lo decimos. 

Pasó una hora larga desde que comenzaron la charla y Andrea parecía más que satisfecha con el resultado de la misma. Ya podían dar los primeros pasos en compañía de Irene. Antes de marchar le dijeron que su traslado a la ciudad debía ser inmediato, a más tardar, dos días, pues para entonces los preparativos ya estarían muy avanzados. La primera parada sería Génova, donde se exponía el Sacro Catino, uno de los candidatos a portar el título de santo grial. La pieza se conservaba en el Museo del Tesoro de la catedral de San Lorenzo y se creyó que fue utilizada por Jesús durante la última cena. El objeto en sí era una especie de plato o cuenco hexagonal de un color verde intenso. Durante mucho tiempo se pensó que el material del que estaba hecho era esmeralda, pero estudios posteriores confirmaron que se trataba de un cristal bizantino de esa tonalidad. La historia se remonta al botín tomado en el saqueo de Almería durante el asedio y posterior conquista de la ciudad en 1147 por parte del reino de León, con el rey Alfonso VII a la cabeza y el apoyo militar genovés. Un recipiente de piedra esmeralda del tamaño de un cuenco se encontraba en dicho botín. Alfonso VII tuvo que regalarlo a los genoveses, que hicieron creer que procedía de la Jerusalén ocupada por los cruzados. 

-Nosotros nos vamos y en un par de días nos encontraremos en la entrada de la catedral -dijo Andrea despidiéndose al mismo tiempo- tan sólo estamos a dos horas en coche de Valencia.

Irene quedó pensativa con todo lo que le habían contado y se preguntó si había perdido la cabeza al embarcarse en semejante disparate. Robar el Santo Grial ¿se habían vuelto locos? Por otra parte, era un suculento manjar que no iba a dejar escapar por el nivel de riesgo que entrañaba dicha acción. Estas situaciones siempre le habían parecido un aliciente en su vida, y nunca imaginó que un asunto como el que iban a poner en marcha le pudiera dar tanta satisfacción personal. Estaba ansiosa por comenzar la expedición a los lugares sagrados donde supuestamente se guardaba la misma reliquia. Tras despedirse de la pareja se encaminó a la recepción y puso todo en orden con el fin de que el siguiente turno no tuviera que hacer prácticamente nada. Tras el mostrador había un teléfono con el que recogía las llamadas de los clientes deseosos de pasar unas buenas vacaciones, aunque, de vez en cuando, también utilizaba para hacer llamadas personales. Levantó el aparato y marcó el número de su jefe para notificarle que en dos días se marcharía del hotel. La reacción de este fue de sorpresa y estupefacción, pues creía que ella estaba satisfecha en ese puesto y no había nadie más que pudiese desempeñarlo mejor.



CAPÍTULO 3


Faltaban apenas unos minutos para las diez de la noche. A esa hora era cuando los cardenales se retiraban tras el largo proceso de deliberación sobre la forma de actuar ante la complicada decisión que habían tomado de mover el Santo Grial de su ubicación actual a un edificio adyacente al del banco vaticano, junto con otras piezas de similar importancia. 

-Excelencia, ha quedado concluido el mandato y en breve recibiremos noticias de las personas con las que nos hemos puesto en contacto para facilitar el trabajo a los elegidos y llevar a cabo la misión. -Comentó Nicolás al cardenal Tomasso Cotino, que en ese momento esperaba a recibir la suculenta cena preparada por uno de los cocineros a su servicio. Entornó la mirada como si buscase algo en el ambiente y concluyó:

-Está bien, -dijo al tiempo que daba un trago al vino servido en copa de plata- mañana por la mañana quiero un informe completo sobre mi mesa en el que deberás incluir todos los pasos que has dado hasta dar con ellas. Este asunto se está demorando demasiado y la prisa por cerrar este capítulo es una preocupación a la que debemos prestarle la suficiente atención para no cometer los mismos errores que en el pasado. Ahora retírate y ponte con el informe.

El cardenal era una persona muy reservada y no le importaban los medios que se utilizaran para conseguir lo que se propusiera. La idea de retornar la copa sagrada a Roma había sido su mayor anhelo durante mucho tiempo, y ahora se daban las condiciones para el traslado. Tras haber cenado se dirigió a su escritorio, tomó una cuartilla del primer cajón a su izquierda y redactó una carta manuscrita sobre un asunto que preocupaba en exceso al pontífice. Al día siguiente debía ser enviada de forma urgente. Mientras esto sucedía, Nicolás caminaba por el ancho y silencioso pasillo en el que se ubicaban las estancias de los cardenales. Su pensamiento imprimía en su mente las imágenes acontecidas unos minutos antes. No comprendía la frialdad del cardenal al despedirlo de aquella manera, pues siempre lo había tratado con la máxima cortesía y en varias ocasiones se había ofrecido a interceder por él en alguna cuestión importante. Aunque nada tenía que ver con la Santa Sede; no era cura ni obispo ni nada que se le pareciese lo más mínimo, ni siquiera era creyente, pero sí imprescindible en los negocios que esta mantenía por todo el mundo. Sabía manejarse a la perfección en cualquier ámbito relacionado con las finanzas y tenía ciertas habilidades en la forma de tratar a gente de todo tipo. Este último trabajo le había venido bien para despejar su mente de ciertas cuestiones que lo estaban martirizando, era un descanso a su ya desgastada vida y no tenía intención de inmiscuirse en ningún otro asunto que la curia le pidiera.

Tras salir de las estancias se reunió con su compañero para comentarle lo que el cardenal le había trasladado. En primer lugar había que elaborar el informe para presentárselo por la mañana. A Martín se le daba bien escribir todo tipo de textos y no escatimaba en adjetivos rimbombantes para que el lector quedara satisfecho ante un trabajo bien hecho, aunque no dejara de ser una simple artimaña para engalanar lo que se quisiera transmitir en el escrito. Pasó casi toda la noche pensando en las palabras que escogería, aunque no dejaba de ser un simple informe de los pasos que habían dado hasta encontrar a las personas idóneas. Desde la búsqueda en todas las universidades del país, hasta los profesores mejor valorados por los rectores y las entrevistas con algunos de ellos, todo debía constar en la memoria que entregaría.

Martín había llegado a la vida de Nicolás de forma fortuita y desde entonces se había convertido en la persona de su máxima confianza. En sus manos dejaba algunos asuntos menores que debían ser atendidos de inmediato y sin demora. Se le podía confiar hasta la vida si fuese necesario, y cualquiera que lo tratara podía sentirse orgulloso porque era una persona íntegra en todos los aspectos y sabía cuál era su lugar en todo momento. Aunque este nuevo encargo era diferente debía llevarse a cabo con la máxima prudencia dada la naturaleza del mismo. Nunca imaginó la importancia que tenía hasta el mismo momento en que Nicolás le trasladó la información y los términos en que este se llevaría a cabo. Naturalmente, sólo eran los veladores de la seguridad de Andrea y Lucas para que el encargo tuviese éxito, y por esto mismo habían contado con personas que sabrían cómo actuar en caso de situaciones no deseadas que podrían dar al traste con todo el entramado. 

Nicolás Provenía de una familia de joyeros altamente valorada desde tiempos remotos cuyas enseñanzas se habían transmitido de padres a hijos durante generaciones. Las casas reales de toda Europa vestían sus joyas con gran pomposidad, y, a cambio, ellos obtenían reconocimiento por la buena labor realizada, además de un buen nombre. Recogió el testigo de su padre y continuó con el negocio familiar hasta que una serie de acontecimientos hicieron cesar su actividad y traspasarla a otra familia dedicada al ramo. La decisión no fue fácil porque toda su vida había girado entorno a las joyas. Ahora debía pensar en su futuro y buscar otras maneras de seguir adelante sin la responsabilidad tan grande que suponía dedicarse a las gemas, al oro y a todo este mundo tan codiciado. La casualidad hizo que uno de sus clientes lo pusiera en un ámbito muy cercano al Vaticano. Necesitaban a alguien con la confianza, versatilidad y perspicacia suficientes para manejar asuntos financieros fuera de los canales habituales, y como su vida estuvo ligada al lucrativo negocio, era el tipo adecuado para llevar algunos de los asuntos de la iglesia. El primer contacto que tuvo con el cardenal Tomasso fue cordial, aunque no carente de tensión, ya que este lo estudió en profundidad para obtener el perfil que buscaba. Fue todo muy rápido y el prelado quedó satisfecho con su forma de resolver los problemas que le planteaba. Lo que hizo para averiguar si podían confiarle algunas cuestiones fue comprobar que no caía en contradicción ante las rebuscadas preguntas que le hacía. A partir de ese día comenzó a trabajar para ellos y una nueva etapa se abría ante él. Su futuro estaba ligado a la iglesia católica y debía ser prudente con todos los movimientos que hacía. Los trabajos que le encomendaban estaban siempre supervisados por el cardenal con el que mantenía línea directa a una hora prudencial; ni después de las diez de la noche ni antes de las siete de la mañana.

El nuevo día despuntaba por entre las cortinas de la habitación donde Nicolás había permanecido en vela parte de la noche pensando en el informe que Martín le entregaría para enviarlo al cardenal. Antes de bajar a la cafetería del hotel debía poner en orden las ideas que se agolpaban en su mente. Tras ducharse se acomodó en la silla frente al escritorio, tomó la libreta que había dejado en uno de los cajones y se puso a escribir para no olvidar algunas de las cuestiones menos importantes antes de ponerse en contacto con Andrea. Tras hacer una lista, volvió a dejarla en su sitio y se vistió para encontrarse con Martín en la recepción, que ya esperaba ansioso para darle el informe.

-Veo que ya te has desperezado -comentó Martín al verlo acercarse con parsimonia.

-No he pegado ojo en toda la noche pensando en el dichoso informe que tengo que entregar.

-No te martirices, que yo también he pasado toda la noche dando forma al texto. Ha quedado inmaculado y listo para que lo entregues sin retraso. Lo único que me preocupa es saber qué le vamos a decir sobre las tarjetas; dejó bien claro que hasta que no estuviera este informe en su mesa no procediéramos a dárselas.

-Eso déjalo de mi cuenta, si pregunta sabré qué responder. Ahora lo más importante es que reciba el informe y nos deje actuar de la manera que nos parezca. Sabemos la inquietud que tiene por este asunto, pero no podemos precipitarnos y que el trabajo no salga como esperamos. Las cosas ya están en marcha según lo previsto. En unos días nos pondremos en contacto con la parejita para afianzar la relación y darles las últimas instrucciones. Les dijimos un par de semanas, pero con una será suficiente para que se organicen como crean conveniente, mientras tanto hablaremos con nuestra gente que hay en los países por donde tendrán que pasar para avisarles de su llegada y que estén atentos a los movimientos que vayan dando.

El hotel donde se alojaron estaba ubicado en una calle cercana a una de las entradas principales del vaticano. La ciudad tenía dos accesos; uno daba directamente a la plaza de San Pedro y el otro a los museos vaticanos. Caminaron unos minutos y accedieron por el primero, una vez dentro de la plaza se dirigieron a un edificio adyacente a la Basílica de San Pedro, que era la residencia de los cardenales. A las diez en punto de la mañana Nicolás golpeó la puerta del despacho mientras Martín esperaba fuera, en uno de los asientos que había a lo largo de todo el pasillo, sin más distracción que una carpeta que traía bajo el brazo con anotaciones relacionadas con el encargo. Era una copia de la información que habían puesto en manos de Andrea, pero con una extensión de lo que no les habían contado todavía, en espera de que dieran el primer paso. Dos páginas más completaban ese informe: fechas, lugares, personas, instituciones y todo tipo de nomenclaturas relacionadas con la copa sagrada, y una última página en la que se leían algunos nombres: María, temple, cátaro, san juan de la peña, masonería, Valencia. Cada palabra, y a renglón seguido, una explicación lo más acertada posible de la relación que existía entre el Santo Grial y todos esos nombres. La copa que Jesús utilizó en la última cena llevaba dando vueltas por el mundo dos mil años y todavía nadie había sido capaz de dar veracidad a las historias que se habían contado. Sólo dos candidatas podrían ser las portadoras de la verdad; la copa de la catedral de Valencia y la de la real colegiata de San Isidro, en león, aunque todos los expertos se decantaban por la de Valencia, pues encajaba con el tiempo en que tuvo lugar la última cena; el siglo primero.

-Buenos días excelencia, tengo el informe ya preparado y creo que quedará satisfecho con nuestro trabajo. No ha sido fácil encontrar los candidatos idóneos para el proyecto.

-Perfecto, -comentó el cardenal sugiriéndole una lectura rápida de lo escrito en el informe. Mientras Nicolás leía, este prestaba atención. Al mismo tiempo su cara resplandecía por lo que iba escuchando. Le agradaba el tono con el que pronunciaba las palabras escritas y se deleitaba con la buena dicción de su subordinado. Nicolás enfatizaba ciertos pasajes del texto porque sabía la importancia que tenían algunos momentos que habían vivido hasta encontrar a los candidatos. Debía hacerlo así para que su persona cobrase  relevancia ante el cardenal y este se sintiera más que satisfecho por la buena disposición. Al término de la lectura, el cardenal expresó su agradecimiento por el trabajo bien hecho y le conminó a que cada mes lo mantuviera informado de los progresos y todas las cuestiones relacionadas. Hubo un momento de silencio en el que los dos parecieron no encontrarse ante la conversación; como si no supiesen qué decirse. Finalmente, Nicolás preguntó si debía dejar al margen a la congregación ubicada en París, puesto que la ciudad era ruta de paso hacia los lugares donde se custodiaban los supuestos cálices.

-Me parece bien, es lo más acertado, además nos evitará algún gasto extra, pues esa ciudad se descubre llena de maravillas de las que dan buena cuenta las carteras del visitante. Procura que no pernocten más de una noche y sólo para lo estrictamente necesario; que no se detengan, pues no hay nada que hacer allí en relacion con nuestro propósito. Desde tiempos remotos hemos procurado que la santa reliquia no caiga en malas manos. Ha pasado de unos a otros entre distinguidas personalidades y no ha sido fácil esconderla en los sitios menos accesibles. Ahora que está a salvo en Valencia, ya no estamos seguros que sea la verdadera porque las distintas comparaciones que hemos hecho con otras candidatas, así lo atestiguan. Es del todo necesario que estudien los cálices más importantes que se encuentran diseminados por Europa y que el trabajo que nosotros ya hicimos lo vuelvan a repetir. Ellos son los elegidos, y como tales, son los únicos que están capacitados para este encargo.

-Tengo la certeza de que lo harán a la perfección -explicó Nicolás- y cierren el círculo que vosotros dejasteis abierto al no concluirlo. A estas alturas ya habrán reconocido que la información que les dimos está incompleta y por mucho que busquen no  van a encontrar lo que falta porque la tenemos nosotros. No quisimos entregarla hasta que no aceptaran la misión, y como ya están en camino, en una semana la pondremos en sus manos. A partir de ahí comenzarán a reescribir toda la información con nuevas aportaciones que vayan apareciendo. Es del todo necesario que nos ganemos su confianza y como prueba de ello les di las tarjetas de crédito abiertas a su nombre sin consultarlo con su excelencia, pues lo creí más que conveniente.

-No dudo que los escogidos harán lo que sea necesario para que el trabajo no decaiga y, por tanto, retrase el final -comentó el Cardenal con cara de satisfacción-. El asunto de las tarjetas es un tema menor del que no debemos preocuparnos. Hiciste bien en echar el anzuelo. Fue una estrategia perfecta con la que ganamos su atención y la consiguiente aceptación de la responsabilidad. Habida cuenta de los últimos fracasos que hemos tenido en otras materias, esta se presenta de una solidez que nos puede abrumar por la sabiduría de los escogidos. No los conozco en persona, pero he leído con detenimiento todas sus trayectorias y es fascinante la acumulación de conocimiento que atesoran en sus ávidas mentes. Debemos mantenernos a una distancia prudencial para que no se sientan incómodos y desarrollen como crean conveniente; que hagan a su manera, pero mantenlos vigilados en todo momento para que no haya ningún percance. Ahora si me disculpas, tengo tareas que hacer.

Al momento de abrir la puerta del despacho para salir y encontrarse con Martín, que esperaba impaciente en la sala, escuchó un fuerte golpe a su espalda que lo paralizó, se giró de inmediato y encontró al cardenal tumbado en una posición casi imposible. Aún respiraba y hablaba con gran dificultad, lo justo para pedirle que le alcanzara unas pastillas que guardaba en el cajón izquierdo de su mesa. Tras cogerlas, puso un par en su boca y le hizo tragar; lo acomodó como pudo y llamó a emergencias. Minutos después aparecieron dos sanitarios empujando una camilla. Martín los vio pasar y los siguió con la mirada, perplejo, contempló que entraban en el despacho. Al instante salieron con el hombre medio agonizando con la mano puesta sobre su corazón. Nicolás se reunió con Martín y marcharon tras la ambulancia, que sorteaba el tráfico a toda prisa. En poco más de siete minutos llegaron al complejo donde ya esperaba un equipo médico para atender al paciente. Gracias a la rapidez de la ambulancia y a una operación de varias horas a corazón abierto, salvó la vida. Todo el equipo que intervino se felicitó y se dio por satisfecho por el buen trabajo realizado. Nicolás y Martín estaban a la espera de noticias sobre la intervención y cuando les dijeron que todo había salido bien se alegraron. El cardenal quedó ingresado en estado de reposo absoluto.



CAPÍTULO 4

El imponente edificio se cernía cincuenta metros hacia el cielo y a su interior se accedía a través de tres grandes puertas, una principal llamada puerta de los hierros que debía su nombre a la reja de hierro barroca que cercaba el atrio de la entrada, y dos más a ambos lados: puerta del Palau y puerta de los apóstoles. La primera también llamada, de la Almoina y era la más antigua de la catedral, y la segunda recibía su nombre debido a los doce apóstoles que configuraban su portada y se abría a una plaza que recibía el nombre de, plaza de la virgen. Irene esperaba con ansia a sus nuevos compañeros sentada en los dos escalones que había a la entrada de una de las puertas laterales, la de los apóstoles. Atrás había dejado su vida de los últimos meses para emprender la nueva aventura que la mantenía a la expectativa, aunque con los pies en la tierra, pues era muy dada a las elucubraciones y ensoñaciones a las que muchas noches se acogía para rebajar la tensión que algunos días le producía la enorme carga de trabajo. Andrea y Lucas se retrasaban de la hora convenida dos días antes. Al no aparecer, Irene dejó un mensaje en el móvil de Andrea comunicándole que estaba dentro de la catedral. Acto seguido caminó hasta la puerta principal dando un rodeo al edificio y se internó en el templo. Al instante quedó maravillada por la magnificencia de lo que observaba. Un gran espacio repleto de bancos a ambos lados y una techumbre soportada por altas columnas constituían la nave principal, y al fondo, mirando de frente, un grandioso retablo que simulaba la puerta de un armario de dos hojas en las que había seis hermosas pinturas que parecían tener luz propia. Calculó que la nave central, en la que se encontraba, mediría unos veintidós metros de alto y las dos laterales no llegarían a dieciseis. Avanzó con parsimonia hasta posicionarse en la intersección de las tres piezas del conjunto, que formaban una planta en forma de cruz latina, y justo en el centro, a casi cuarenta metros de altura se erguía una cúpula llamada cimborrio. A los pies del retablo se hallaba el altar mayor desde donde los prelados oficiaban las misas y contemplaban la totalidad del espacio. Tras haber contemplado la majestuosa obra erigida siglos atrás se sentó en el primer banco y esperó la llegada de sus compañeros. Quince minutos después Andrea traspasaba el umbral, y en lugar de acercarse a ella, se dirigió al pasadizo que daba a la capilla del Santo Cáliz, a su derecha. Estaba vacía en ese momento y el sepulcral silencio, la hacía estremecer. Quería echar un vistazo y ver las posibilidades que tenían de éxito. El recinto era de planta cuadrada y paredes lisas, de piedra labrada. Medía trece metros por cada lado y dieciséis de altura, hasta una bóveda de crucería en forma de estrella cuyos nervios se posaban sobre unas ménsulas policromadas. En las dovelas de la bóveda estaban representados los doce Apóstoles, y, en la central, la coronación de la Virgen. Frente a la entrada, a unos metros, estaba el altar y detrás un retablo policromado que acogía a la pieza. En otro tiempo este relieve formaba la puerta del coro.

Al momento de acercarse para contemplar el cáliz se vio sorprendida por una figura que salía del hueco escondido detrás del altar y se dirigía a ella como un rayo. Se apartó de un salto para que no la doblegara, y el ser o lo que fuera aquello, corrió despavorido hacia la salida. Ni tiempo le dio de ver su rostro. Se quedó petrificada y acto seguido caminó disimuladamente, a pesar de que nadie más había en la capilla, y se dirigió hasta donde estaba Irene, la abrazó con efusividad haciendo que se levantara del asiento y el desconcierto de esta fue mayúsculo al notar el temblor que emanaba de su cuerpo. Dedujo que algo había ocurrido y se lo hizo saber.

-¿Qué ha pasado que estás como un flan? Preguntó Irene al momento de separarse de ella.

-Menudo susto, alguien, en la capilla... Andrea jadeaba por el trance que acababa de vivir y no conseguía finalizar una frase completa. Siempre había creído que estaba preparada para situaciones parecidas dada la trayectoria que había tomado su vida desde hacía muchos años. Trabajar sobre el terreno en excavaciones imposibles le había granjeado cierta displicencia hacia cuestiones que se escapaban a la comprensión humana y por eso no se sentía temerosa de nada, pero esto había sido diferente porque la había cogido por sorpresa.

-Respira despacio -le dijo Irene, que secaba sus lágrimas con delicadeza- y cuéntame.

-Antes de reunirme contigo he entrado un momento a la capilla del cáliz para ver la configuración del recinto y estudiar la manera de sustraer la pieza de su urna. Cuando me estaba acercando para observarlo con más detenimiento alguien ha salido como un rayo de debajo del altar y se ha abalanzado sobre mí, por suerte he podido esquivarlo. Ha dejado un amargor en mi visita que hasta he pensado que me podrían estar siguiendo. No parece descabellado que así sea dado el compromiso que hemos adquirido. Ese cáliz es una pieza demasiado valiosa para muchas miradas ansiosas de echarle el guante, aunque dentro de su urna se hace casi imposible acceder a la copa, únicamente unos pocos son los elegidos. Nosotros no vamos a ser menos, y cuando sea el momento, la tendremos en nuestras manos.

Lucas había quedado en casa ultimando los preparativos del viaje que harían en cuanto tuvieran autorización de la universidad para ausentarse algunas semanas. Empezarían por génova que era uno de los destinos del supuesto cáliz. De allí continuarían sin echar la vista atrás, pero con el convencimiento de que ese lugar quedara descartado de la ruta que siguió el verdadero cáliz


















































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